Nacemos solos y morimos solos. La frase corresponde a Orson Welles. Pero a buen seguro filósofos existencialistas como Schopenhauer o Nietzsche la respaldarían a pies juntillas. También un gran número de psicólogos de la misma corriente pensarían de este modo, entre los que porque no decirlo, me incluyo.
Esta frase contiene una idea fundamental de soledad que en el terreno de la psicoterapia nos lleva a pensar que el contexto del cambio sucede exclusivamente en terapia individual. Y que el resto de enfoques terapéuticos que permiten las relaciones humanas (terapia de grupo, de pareja, de familia) no son más (ni menos) que facilitadores del cambio individual, el verdaderamente importante. Puesto que en este mundo en el que nos ha tocado vivir, en el fondo, estamos solos.
Es aquí donde me desmarco, al creer que entre el nacimiento y la muerte pasa la vida entera y que la vida está compuesta básicamente de momentos y que estos casi siempre tienen en su haber a las personas que nos quieren y a quienes queremos.
Con todo esto trato de llegar al hecho de que las relaciones son un buen argumento para acudir a terapia. No solo el malestar personal con uno mismo es la única razón. Las dificultades en la relación con un hijo adolescente, el amor en la pareja, la distancia entre una hija y una madre, la traición encubierta, la infidelidad, la mentira, el desamor…
Diversos estudios tanto estadounidenses como europeos reclaman la importancia central del capital social (relaciones de pareja, de familia, de amistad…) en nuestra felicidad.
No sería aventurado pensar que también guarda una relación indirecta con la infelicidad y el malestar y que por tanto, son causas legitimadas para acudir a un especialista.
Me gusta mucho el artículo. Me hace pensar en la idea de la terapia de pareja. Gracias por hacer que lo entienda un poco más. ¿Vosotros trabajáis eso en vuestro centro?
He descubierto tu blog y Hace tiempo que no leía artículos tan completos, tienes mucho contenido de calidad. ¡Gracias Saludos.!”