22 abril

María y Viviana: El río bajo el río

“No sé si has leído mi último whatsapp”, me escribió en un email. Llevaba algunos días esperando noticias de María, pero en mi torpeza para moverme en esos mundos de las redes no había reparado en que me había dejado días atrás el siguiente mensaje. Era del 21 de diciembre:

“Guillermo, el resultado es el peor que podía esperar. No hay nada que hacer, la médula está invadida y lo del útero es enfermedad tb. No hay tratamiento. Esperar, eso es lo que me queda”

Me quedé consternado. María llevaba un montón de tiempo luchando con la enfermedad. Es más, yo intuía que aquello no tenía buen color. Pero ese mensaje tan rotundo me dejó helado.

Conocí a María en el despacho. Fue a través de un antiguo novio suyo que vino a verme un verano como ella supo de mí. Después él siguió con su economía y corriendo maratones, mientras que María y yo fuimos creando una relación especial. Yo era su psicólogo, mentor, basurero emocional, testigo de su vida y de su crecimiento personal y espiritual. Y María se fue volviendo para mi alguien muy entrañable: siempre llena de vida, de proyectos, de planes futuros. Cuando meses antes del segundo trasplante de médula todavía pensaba en si seguir con su trabajo en el SEI o hacer algún Máster yo le escuchaba perplejo pensando que no se enteraba de su cuerpo. Curiosamente, en las preciosas conversaciones que tuvimos antes de que muriese, uno de los temas de los que ella quería hablar, consumida como estaba era del “cuerpo como templo”.

Sí, oí aquel mensaje y decidí que teníamos que aprovechar el tiempo que quedaba. Pensé en ir a su casa y compartir con ella sus pensamientos, sus frustraciones, sus nostalgias y sus miedos. Cualquier muerte nos sobrepasa, pero hay algunas que nos crean un interrogante todavía mayor. María, luchando con la enfermedad desde los 18 (?) años, plena de impulso vital en medio de las peores condiciones, con una riqueza interior tan preciosa, ¿qué sentido podía tener aquello?

Fui a verla y le propuse que en los próximos meses fuera hablando y haciendo un recorrido por su vida y yo grabaría todo aquello. Tenía que dejar su legado. Tenía que vivir hasta el final. “Me quedan semanas”, me dijo. Yo no daba crédito. El tiempo se iba.

Y así fue. No llegó al mes. Pero tuvimos esos encuentros y fueron muy importantes para los dos. Hablamos de lo que a los dos nos importaba, nos importa: de la vida intensa, hasta el final: de encontrar un centro vital desde el que vivir y de no perderse; de las cosas pequeñas que iba a echar de menos: el bebé de una amiga que iba a nacer, no ir a la boda de otra, volver a ver el mar, conocer la Toscana…

Y del río bajo el río…

(continuará)

P.D: Y justo cuando iba a colgar este post, se acaba de ir también Viviana. Necesito digerirlo un poco para escribir de ella. Pero no quiero dejar pasar la ocasión de recordarla hoy: porque Viviana también sabía de un cierto “río bajo el río”: el de su historia de relación con Miguel. Pero de esto, más otro día.

3 respuestas a “María y Viviana: El río bajo el río”

  1. Lucía dice:

    Gracias María, Gracias Viviana por la inmensa luz de vuestros corazones.
    Gracias Guillermo

  2. María y Viviana: El río bajo el río | Blog – Taller de Psicología: Guillermo Echegaray, me ha parecido muy genail, me hubiera gustado que fuese más amplio pero ya saeis si lo bueno es breve es dos veces bueno. Enhorabuena por vuestra web. Besotes.

  3. He leido María y Viviana: El río bajo el río | Blog – Taller de Psicología: Guillermo Echegaray con mucho interes y me ha parecido ameno ademas de claro en su contenido. No dejeis de cuidar esta web es bueno.

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