Una flecha sale disparada y con toda la velocidad, fuerza y dirección, llega a un punto vacío en el aire,
desde donde cae al suelo sin misión alguna, en un tiempo fuera del tiempo.
Así me sobrevienen los recuerdos ante la muerte de mi ser querido.
Cortocircuitos en el tiempo.
Flechazos puntiagudos en ninguna parte, imágenes pasadas que se vuelven irreales e imposibles para el presente.
Es una sacudida, un temblor de imágenes, una sensación extraña, atemporal, efímera… intuyo que la unica manera de procesar en el cuerpo la ausencia, el vacío, el duelo.
He dudado, intuido, visto, escuchado, sentido y tocado la muerte. He aprendido mucho al hacerlo.
Ha sido una experiencia necesaria para mí. Y aunque totalmente opuesta, me trasladó a la experiencia de parir, tan extrema y tan límite en mi cuerpo.
Ver morir como algo natural, como nacer, crecer… Ver morir sin miedo es vivir, atreverse a vivir y a morir.
Gracias papá.
Nuria Zabala